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El día en que alguien pensó que sería divertido llamarme "chichona".

  • Cuarto Celeste
  • 14 ene 2016
  • 3 Min. de lectura

Imagen: Alphabreast.com

Muchas veces a las mujeres se nos ve como las frágiles, las que hacen drama por todo, las escandalosas… y no se ha puesto especial atención en lo valientes y fuertes que somos. Día con día tenemos que vivir con situaciones que no son exactamente de nuestro agrado, pero que forman parte de lo que es “normal” en la sociedad.


Nacer mujer es difícil, nacemos en un entorno el cual está diseñado ergonómicamente para hombres. Pero ahí estamos las mujeres brujas tratando de sobrellevar lo que rige la sociedad, conteniendo nuestra fuerza para no hacer notar nuestra magia y que los hombres bestiales no arremetan contra nosotras y nos lleven a la hoguera. Y al darme cuenta de que recorremos a la sumisión como autodefensa, me hace sentir que seguimos atascados y vivimos en otro siglo, no en éste.


Ese pensamiento lo tuve toda la tarde en la mente, surgió justamente poco después de que una bestia me gritara: ¡chichona!


Era una tarde lluviosa, era casi una tormenta. Estaba caminando con mi amiga por los pasillos de la escuela que aún no se inundaban, cuando de repente vi un grupo de varones mirarnos fijamente mientras nos acercabamos a ellos. Un segundo después, justo cuando los dejamos atrás, un ingrato me gritó ¡chichona!


Supe que el grito había sido dirigido hacia mí, ¿qué hice? Nada. Todo pasó muy rápido, tal vez eso me impidió razonar, tal vez la cantidad de hombres que estaban en el grupo me intimidó, o tal vez el saber que no podía hacer nada fué lo que me impidió reaccionar. Y es que, ¿qué hago?, ¿le reclamo, le mento la madre, le grito? Puedo mirarlo con cara de odio como esas que solo yo se hacer o puedo fingir que su comentario grotesco y fuera de lugar no tuvo importancia.


Pues si, eso es lo que hice, fingí que su comentario no causó reacción en mí y que no tenía importancia, pero la verdad es que sí, si la tenía. Fuí víctima de una falta de respeto y una humillación pública aunque suene exagerado; y eso que estaba en la escuela. No en el metro ni en la calle pasando frente a una construcción, no estaba en una cantina barata, ¡estaba en la escuela! Y en la escuela alguien pensó que sería divertido y nada trascendental gritarle algo a una mujer. Pues si, si lo fue, tal vez para él no tuvo importancia, pero para mi sí. ¿Por qué alguien cree tener el derecho de gritarme cualquier cosa faltándome al respeto? ¿cree que me agrada? ¿cree que es divertido? No! No lo es.


Y esa experiencia me recordó a muchas más que he tenido y que todas las mujeres tenemos diariamente, bautizadas bajo un nombre tan inofensivo. Los piropos. Los benditos piropos. Esas expresiones tan finas que los hombres hacen a las mujeres para expresar los deseos más profundos de su ser. Si le preguntamos a las mujeres acerca de los piropos, estoy segura de que a todas nos molestan. Cuando me dicen un piropo en la calle, me siento tan mal, es una sensación de molestia con el mundo entero, me siento tan vulnerable y tan incomprendida, que entra en conflicto el hecho de que los piropos son para adular o para ultrajar a una mujer.


No sé qué piensan los hombres que creen que al decirnos “mamacita”, “muñeca hermosa”, “adiós chiquita”, nos hacen sentir bien o halagadas. Al contrario, en lo personal me causa repulsión, rechazo, odio…


Y lamentablemente no se queda ahí, no se queda en un simple piropo, muchas veces trasciende a miradas desnudantes, roces “accidentales”, toqueteos sin consentimiento en lugares públicos y qué decir de la violación. Pequeñas o grandes, son formas de violencia hacia las mujeres a las que de cierta forma ya estamos acostumbradas y algunas veces la sociedad nos culpa de ello. Nosotras nos lo ganamos por caminar “así”, por comportarnos “así”, por vestir “así”, por sentarnos “así”; lo que sea que nos suceda es solo nuestra culpa.


Y aún en estos tiempos los hombres siguen tranquilos por las calles, pensando que el mundo les pertenece y que nosotras estamos de adorno, pero lamento decirles que no es así. Las mujeres al igual que los hombres somos personas que merecen respeto y un trato digno, no fuimos creadas con el fin de entretenerlos ni de deleitarles las pupilas.


Imágenes: Cortesía

 
 
 

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